En homenaje a Borges y su concepción de las bibliotecas como paraísos, en recuerdo de Verlaine y todos los poetas malditos, edito este blog para que mis alumnos puedan recoger todas sus lecturas y sus creaciones. Porque aún tienen toda una vida por hacer, pero yo ya estoy a mitad de camino.

Límites

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar.
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,
hay un espejo que me ha visto por última vez,
hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
La muerte me desgasta, incesante.

Jorge Luis Borges.

viernes, 4 de junio de 2010

Papá... ¿Me compras...?

Un año, en el que yo estaba viviendo un piso en el centro del pueblo, durante el día del libro, fui con mi padre a ver "el mercadillo" de libros que habían puesto temporalmente en honor al día que era. Mi padre se alejó un poco de mí, porque lógicamente, no le interesaba la sección infantil.
Yo estuve un buen rato ojeando varios libros de cuentos. Me encantaba abrirlos y ver sus dibujos: las mejillas sonrojadas de las protagonistas, los príncipes que simpre llegaban a tiempo para salvar a sus princesas, las casitas, los castillos, los prados y valles,... No terminaba de decirme, porque como ahora, me costaba mucho tomar una decisión. Estaba entre tres pequeños libros: el cuento de "La Caperucita Roja", el cuento de "La Sirenita" y el cuento de "La Bella Durmiente". Finalmente me decidí por el de "La Caperucita Roja", porque me fascinaban los vivos colores con los que había sido ilustrado el libro. Iba yo, tan contenta con mi cuentecito, y tranquilamente cogí la tela del pantalón, que yo creí reconocer como el de mi padre, y dando leves tironcitos, dije:
-Papá... ¿Me compras...?- Y súbitamente corté la frase, porque al mirar hacia arriba me di cuenta de que me había confundido de "papá". El hombre me sonrió, y yo, sonrojada, bajé disimuladamente la cabeza y me dirigí hasta dónde me esperaba mi padre riéndose, que había presenciado desde lejos el final de la escena. Ahora, cuando miro el dichoso cuentecito, sonrrío pensando en el pequeño suceso.

1 comentario:

  1. Esta divertida anécdota les ha sucedido a muchas personas, en realidad "personitas". Es precisamente su baja estatura lo que hacía que pudiera darse la confusión. Así que no te sientas mal por ello. Son errores que se resuelven con el tiempo.

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